Hoy bebí de tu esencia.
Hasta la oscura soledad de mi habitación, la melancolía;
dulce dama, emisaria del pasado… llegó a buscarme.
Traía colgado al cuello un collar rebosante de nítidos recuerdos,
imágenes perfectas del Cuetzalan distante que cobijó en su entraña
los más felices días de mi lejana infancia.
Me arrancó de la cama y con un leve soplo;
me impregnó de las ganas de hurgar en el pasado.
Cerré los ojos. Me puse en pie. Sigiloso,volé entre la penumbra hacia el viejo desván de lo intangible.
Hallé un ropero viejo, tomé un gancho de ausencia y…dejé mi cuerpo en él.
Presuroso, vacié los bolsillos de mi cansado corazón.
En silencio desnudé mi alma. Coloqué con cuidado mis mejores afectos sobre
el inquebrantable buró de los ensueños. No quería despertarlos…Salí. Me adentré en densa niebla que en forma de recuerdo se posara a mi lado y a lomos de su aroma dejé que se elevara impregnándome todo… de esencias del pasado, de las danzas, los templos, los cafetos en flor, las calles soñolientas del Cuetzalan dorado, del Cuetzalan bohemio, del Cuetzalan risueño, del Cuetzalan antiguo de los años primeros,
del Cuetzalan dormido… tendido entre la niebla, del Cuetzalan de noches de teatro… de bohemia,
de valses de Alvarado, de sueños, de ilusión.
Y acaricié silente los rojizos tejados,
palpé de los aleros el musgo, la humedad,
y gocé aquellas casas de balcones alegres
que en brillantes colores parecían estallar.
Igual que lo hace el agua en las tardes de lluvia,
me hermané con las piedras…¡ sentí su soledad!
Me contaron historias y afloraron recuerdos,
fantasmas de otros tiempos, leyendas sin igual.
Pude escuchar los ecos vibrantes de los cascos
con sangre del arriero, semillas de progreso
de aquellas grandes recuas que supieron plantar,
que hicieron a los pueblos serranos prosperar.
Me fundí con el ocre barro del que provengo,
y viajé en ogpanates, saltando, recorriendo,
tus patios, tus jardines, tu calle principal,
aspirando el aroma de las fondas risueñas,
de las suaves fragancias que segrega la leña
en los hornos humeantes que acarician el pan.
Me embriagué de recuerdos, de juegos de mi infancia
con mis amigos idos Juan Carlos y David,
y siguiendo añoranzas, a lomos de la niebla
de un sorbo de Yolixpan a otro mundo ascendí.
Cuetzalan Mágico San Francisco
Del majestuoso templo del patrón San Francisco
llegó hasta mis oídos -vibrantes de emoción-
el canto acompasado de las notas tempranas
de las dulces campanas de su torre mayor.
Imponentes tus templos se yerguen, inmutables,
celosos centinelas de preciado joyel,
que prendido a la falda de la agreste montaña
al cielo de esta sierra parece sonreír.
Mirando hacia el oriente, como esperando el alba,
se eleva entre las tumbas santuario sin igual,
con el toque maestro de ignorado arquitecto
que absorto en tu belleza lo hiciera coronar
con rojos cantaritos del barro de esta tierra,
esféricas vasijas, diadema singular,
que resguardan las almas de los que allí reposan
al cobijo amoroso de ese templo sin par.
Y así, poquito a poco, aquella dulce dama
me fue alejando suave del aroma a recuerdo,
y cual música suave de una canción de cuna,
las flautas, los tambores, los valses, los pregones
se fueron apagando perdiéndose en la bruma.
Me fui quedando solo, y un llanto, luz de luna
de las noches de octubre rodó por mis mejillas
pues tan solo un instante duro mi ensoñación.
Ignoro a donde vaya cuando deje este cuerpo,
no se si desde el éter pueda volver aquí,
tal vez por eso ansío de manera profunda
consagrar cada instante de mi vida hacia ti
y llevarme bien dentro…¡Cuetzalan de mi abuelo!
grabado en mis sentidos, fijo en mi corazón
el canto más alegre de las bellas campanas
de tus benditos templos, de tu viejo reloj.
Y cuando al fin mi cuerpo cansado de este viaje
entreguen a tu entraña mis hijos, mi mujer,
quiero que con sus flautas y mágicos tambores
mis hermanos de raza junto a mi tumba estén
y evocando el pasado me regalen las notas
del sentir más profundo, del más vibrante Son,
que anuncie emocionado que a tu seno materno
el supremo arquitecto mis restos concedió
Para ser hierba verde que engalane tu suelo,
para ser brisa fresca que te haga florecer,
para ser dulce trino que aunque solo un instante…
¡Alegre con sus notas un bello amanecer!
PROFR. F. J. GONZÁLEZ GALICIA